las palabras,/ estos bultos de sombra que pronuncian
el nombre/ de jardines secretos
Un fragmento de Joan Brossa aparece como epígrafe a Els miralls, primer poemario en catalán de Pere Gimferrer: «Un
juego de espejos/ permite ver el otro lado del poema»; es una frase que
demuestra una de las constantes de su poesía: los espejos/sistemas de espejos. Esto
se ajusta a una concepción de la poesía que afirma que la realidad es fugaz,
incierta e imposible de alcanzar; todo se mueve en un mundo de apariencias, se
vuelve ambiguo, vano.
Sin embargo, en la poesía de Gimferrer se deja ver
la importancia que tiene para el poeta el recurrir a los sentidos, pues para él
es de vital importancia tomar hechos directos y hablar no de abstracciones sino
de experiencias. «By love possessed» habla de eso, de la posesión del amor, que
empieza por un beso, veamos qué se dice:
Me dio un beso y
era suave como la bruma
dulce como una
descarga eléctrica
como un beso en
los ojos cerrados
como los veleros
al atardecer
pálida señorita
del paraguas
por dos veces he
creído verla su vestido…
se habla del beso y para ensalzar el hecho recurre a una descripción de lo
que la mujer le provoca, que realiza mediante imágenes que van de la propia
experiencia del autor y apelan a la del lector. La bruma, la descarga
eléctrica, el beso en los ojos y los veleros al atardecer, es una carga de experiencias
que confluyen en una: la experiencia del enamoramiento.
Un aspecto digno de atención es la «ruptura
idiomática», que podemos definir como una «omisión» de las reglas ortográficas,
apostando además por una carga fónica. Gimferrer no sólo es consciente de lo
que quiere decir sino de cómo se ha de decir; apuesta por construir una
prosodia característica del verso y por hallar una relación entre los ritmos
versales y sintácticos. Esto puede verse al menos en el fragmento del poema que
menciono arriba, cómo no se sirve de las comas para hacer la enumeración, pues
tanto la disposición versal como el ritmo sintáctico configuran la prosodia de
la que he hablado.
Otro de los aspectos de la obra poética de Pere
Gimferrer —ya vimos el uso lúdico de la lengua y el recurso de experiencias
sensoriales— es el collage, la superposición que se acerca a la acumulación de
imágenes. Esto puede verse en «Antagonías» que a la vez que puede considerarse
un poema barroco también puede tenerse como un metapoema, digo esto por el uso
de frases encerradas en paréntesis, un rasgo que precisa de una enunciación
diferente y que confluye en la reflexión de los giros que hace el propio
Gimferrer.
el espacio y el tiempo de un poema, el tono en que se dice,
el ritmo de lectura, las pausas, los silencios, lo que alude
entre paréntesis,
(lo que un poema alude entre paréntesis)
la superposición de imágenes que aluden a la muerte, al amor,
al
transcurso del tiempo
(la superposición de imágenes que aluden al poema)
cuando en la noche una voz se detiene, se hace una pausa
en la lectura, se alza la mirada
para contemplar el fuego reflejado en el espejo,
y todo queda entre paréntesis,…
Se hacen aquí evidentes: la auto-referencialidad
del poema, la conciencia de la prosodia pues escribe sobre la lectura del poema,
de este poema, quizá; nos hace darnos cuenta de lo que uno puede pensar al leer
un poema («se hace una pausa/ en la lectura, se alza la mirada…»), y que al
regresar a la lectura todo queda suspenso, «entre paréntesis».
Tras esto, vuelvo al epígrafe de Brossa, es
probable que ya se entienda su sentido, este poema (como muchos otros)
demuestra la potencia transmutadora de la lengua, reflejada como en un juego de
espejos, descubriéndonos así la trampa de las palabras de este mundo del que
habla la poesía.