domingo, 24 de febrero de 2013

Porque se ha de saturar la red de poesía

he decidido transcribir –ergo, compartir– poemas o fragmentos de poemas recogidos-vistos-leídos-oídos en el camino.

EL CRECIMIENTO

Con la palabra inauguramos, damos vida.
Yo te nombro la playa de mi cuerpo,
la bahía de mi boca,
el abra de mis brazos.
Yo te nombro callada,
yo te nombro vibrante.
Te digo aves, te digo remolinos.

Espeso ahora mi juventud, tú la adulteces.
Grave ahora mi corazón, tú me lo sanas.
Tú me haces crecer como la tierra plantas,
como la tierra uvas,
como la tierra creces.
Y yo crezco contigo.
Me haces crecer sobre tu cuerpo
y soy como una enredadera
tendido entre tus brazos.

Peso ahora tu corazón y el mío:
peso lo doble.

                                     Jaime Labastida, en Animal de silencios, Fondo de Cultura Económica, México, 1996.


viernes, 1 de febrero de 2013

Otro poema de RBN

Ahora, un poema de El manto y la corona:


              15

Por este lado estoy tranquilo:
cuando por torpe o triste o por cansado,
nada pueda decirte,
te enseñaré un poeta muerto
que desde mí te cante
claramente, fielmente, alegremente,
lo que soy, lo que tengo, lo que es tuyo.

En otro tiempo dije muchas cosas
del amor; eran falsas
unas, otras tan ciertas
como si ya te hubiera conocido.

Bien lo sé: tú no quieres esas cosas;
no tomas para ti lo que fue escrito
antes de que vinieras.

Pero piensa que todo
lo que no he dicho es solamente tuyo;
que he despertado
de un sueño largo, oscuro, y que me encuentro
contigo en todas parte, que me nacen
silencios y palabras ordenados
que iré copiando cuidadosamente
para decirte que te quiero.

Y tú sabrás a ciegas que son tuyos
–palabras y silencios– porque en ellos
te mirarás ahora; en lo que digan
ya no habrá soledad ni desamparo,
y será la tristeza una palabra,
no más, que se recuerde.

Rubén Bonifaz Nuño

La muerte de Rubén Bonifaz Nuño no es una pérdida como otras: es una que cala hondo.
Sin duda, es cierto que, al perder nuestra lengua un escritor de su talla, pierde un poco de sí; pierde la presencia de un hombre entregado por completo a la cultura universal en muchas de sus manifestaciones, pero, ya lo decía Horacio, la poesía y el resto de la obra de Bonifaz no morirá del todo. No morirá mientras circulen sus versos –en un país donde la poesía se lee entre poco y nada–, mientras esos pocos fieles lectores de poesía lo sigan leyendo y recordando en cada charla, se sentirá fuertemente a RBN.

Tuve, junto con mis amigos, la dicha de conocerlo y cruzar palabras con él. Fuimos invitados a tres de sus cumpleaños: el 86, el 87 y el 88; yo fui invitado y acudí a todos ellos debido a la amistad con Jimena, hija de la señora Paloma, compañía infatigable de Rubén; cada año iba, por razones inexplicables, con alguien diferente de mis amigos. Cada una de esas veces le agradecíamos por su poesía y su pasión inconmensurable por la vida y la literatura: siempre esbozaba una sonrisa sincera antes de dar otra mordida a su pambazo, una fumada a su cigarro o morder su pastelillo de elote. El 88, fue el último que celebró un cumpleaños en su oficina rodeado de la gente que lo quiere –que lo querrá eternamente–; fue una celebración diferente, ya su salud comenzaba a verse delicada, pero eso no impidió que le llevaran un gaitero de Las Islas y tocara para él, ahí en su oficina del primer piso de la Biblioteca Central.

Ha muerto el poeta, el hombre universitario, el gran Rubén Bonifaz Nuño, poeta extraño en muchas formas. Nunca quiso que se le reconociera como hacían otros poetas, no, él quiso dedicarse y dedicar gran parte de su vida y su obra a la Universidad. Eso, lo marginal, lo ensalza aún más: es un poeta que merece ser leído –uno espera– como es leído Sabines, por ejemplo.

La noticia de su muerte me ha entristecido severamente, lo estoy llorando; puedo asegurar que el mismo impacto ha tenido en mis amigos Daniela y Enrique con quienes particularmente he compartido momentos de dicha y de dolor causados por la lectura de los versos de "Boni", los cuales, de hoy en adelante, no se nos podrán olvidar por muchos motivos (ser un hombre abierto para con los estudiantes es uno de ellos, de los que serán recordados).

Transcribo a continuación un poema suyo de Los demonios y los días:

                  38
¿Cuál es la mujer que recordamos
al mirar los pechos de la vecina
de camión; a quién espera el hueco
lugar que está al lado nuestro, en el cine?
¿A quién pertenece el oído
que oirá la palabra más escondida
que somos, de quién es la cabeza
que a nuestro costado nace entre sueños?

Hay veces que ya no puedo con tanta
tristeza, y entonces te recuerdo,
Pero no eres tú. Nacieron cansados
nuestro largo amor y nuestros breves
amores; los cuatro besos y las cuatro
citas que tuvimos. Estamos tristes.
Juntos inventamos un concierto
para desventura y orquesta, y fuimos
a escucharlo serios, solemnes,
y nada entendimos. Estamos solos.

Tú nunca sabrás, estoy cierto,
que escribí estos versos para ti sola;
pero en ti pensé al hacerlos. Son tuyos.

Ustedes perdonen. Por un momento
olvidé quién estaba hablando.
Y no sentí el golpe de mi ventana
al cerrarse. Estaba en otra parte.

                (En Los demonios y los días, FCE, México, 2006. Edición facsimilar.)


Gracias y hasta siempre, Rubén.