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Tomada de Los Andes, mar-2011. |
[Léase, por saber, no más, este texto varguiano (desconozco cuál sería el correcto adjetivo) publicado en El País hoy, 12 de agosto de 2012, sobre la tauromaquia, expresión que defiende vigorosamente.]
A continuación, presento la traducción de un texto del columnista del diario en catalán Nació Digital.cat, Víctor Alexandre, llamado "Vargas Llosa, espanyolisme amb accent peruà", cuyo original se puede consultar en este enlace.
Vargas Llosa, españolismo con acento peruano
El día que se cree el Museo Internacional del Colaboracionismo, Mario Vargas Llosa tendrá un lugar destacado. Probablemente una galería. Se lo merece, porque hace ya muchos años que se esfuerza por obtener esta consideración. Sus declaraciones a TVE, con preguntas bien preparadas para que pudiera explayarse, son una muestra de ello. “Ser peruano es una manera de ser español”, dijo. Claramente, los peruanos no existen porque “les guste o no les guste” son españoles. Sólo hace falta mirar la historia para saber que antes de 1492 no eran nadie. Ni siquiera habían descubierto el lenguaje, pobrecillos. Un español sí que tiene una única identidad. No necesita más porque la suya es tan sublime que si hay algo que los otros pobres lamentan es justamente no ser españoles. Y si no lo lamentan es porque son tontos, estúpidos o herejes. Nacionalistas, en definitiva.
Con estos principios, no es extraño que Vargas Llosa, todo y ser un reaccionario, sea adulado por la izquierda española y por la izquierda españolista catalana. Sería injusto que no lo hicieran después de los titulares de prensa que les regala. Sabe que lo invitan precisamente por eso y hace lo que siempre han hecho todos los grandes lisonjeros de la historia, que es decir justo aquello que quieren sentir aquellos que los pueden honrar. Es probable, incluso, que buena parte de la audiencia masculina experimentara una erección cuando se refirió encubiertamente a Cataluña diciendo que los nacionalismos son “el triunfo de la incultura”. Al final, es el mismo discurso que los españoles utilizaban contra la resistencia peruana y el mismo también que emplearon en el siglo XIX contra el independentismo de aquel país.
Los verdugos de pueblos siempre actúan así: o se disfrazan de víctimas o exterminan identidades en nombre de la libertad. Por tanto, cuando Vargas Llosa nos dice que “ser catalán es una manera de ser español”, no nos impone ninguna identidad. ¡No, para nada! Lo que hace, en realidad, es liberarnos. Y es que Vargas Llosa es un libertador. Libera identidades aldeanas escupiendo sobre su lengua y cultura y las dignifica convirtiéndolas en españolas. En el fondo es el vivo retrato de los españoles que decían que los indios no eran humanos porque no tenían alma. Para adquirirla, tenían que abrazar el cristianismo. Un catalán o un peruano tampoco son nadie si no abrazan el españolismo. Escuchando a Vargas Llosa, se ve claramente la profunda degradación intelectual a la que puede llegar un individuo para apaciguar el terrible ardor del auto-odio.
Es el Vargas Llosa con que no coincido. Quede, pues, finalizado este intento de queja contra las chocadas –y chocantes– ideas del intocable Nobel.